La misma fruta,
por Alán Sierra

Por alguna razón hemos relacionado el conocimiento a una serie de actividades intelectuales que nos separan con elegancia de la naturaleza salvaje. Tanto la lectoescritura como las herramientas clásicas del aprendizaje complacen sentidos mayores, la vista y el oído, estructuras finas que se valen de la luz y el viento para recibir información.

Hemos olvidado que la piel y la boca son los primeros instrumentos de medición con los que contamos y aunque no procesan signos de complejidad abrumadora, al menos, resuelven la necesidad de conocer el mundo.

Limitados por nuestros alcances sensoriales, nos valemos del impulso para tomar decisiones que satisfagan la angustia. Muchas veces la conciencia del cuerpo se consigue de manera intuitiva y circunstancial, como en un juego o exploración desprovista de método, hurgamos con las manos y la lengua la cueva que separa el mundo de las ideas de las sombras y reflejos en el agua.

La censura nos viene en la memoria, entre la rapidez con que llevamos a cabo dichas empresas y el furor propio de las prácticas secretas perdemos datos no necesariamente importantes. ¿Qué caso tendría recordarlo todo y a detalle si el goce se encuentra en el descubrimiento?

Desde la representación, es tangible que el deseo y la desnudez ocurren tradicionalmente en escenarios idílicos, la amabilidad con que la literatura y la pintura han diseñado paisajes eróticos es un tanto chocante para quien creció culpable por sentir placer al contemplar imágenes a escondidas, probablemente frente a un televisor.

Aquí y ahora, son mejores el terreno enrarecido, la materia inorgánica, el sonido de la humedad y la discontinuidad de las imágenes para plantear nuestro jardín de las delicias, un foso insalvable que a pesar de su aparente inhospitalidad es cálido y perfecto para el silencio previo a cualquier entretenimiento profano.

La calma se obtendrá solamente hasta satisfacer el apuro de saber y poseer, concretamente, el entendimiento de la libido destaca por ser efímero, una vez que se logra durará tan poco.