El ahora es la noche,
por Juan Canela
29 de septiembre 2019 – 30 de noviembre 2019
Inauguración sábado 28 de septiembre
Capella de Sant Roc, Valls
La noche, estado relativo en un mundo globalizado, se asocia al descanso, mientras el día es actividad. Pero la noche tiene que ver también con lo onírico, con el miedo, con lo desconocido; con el misterio, lo sorprendente, o lo sobrenatural.
Despertar en la oscuridad confundido. Son esos momentos de vigilia entre el sueño y lo lúcido, cuando no terminas de comprender bien qué es lo que sucede, los que llevan tarde o temprano a percatarte de cuestiones fundamentales. Estar a oscuras y en silencio. A veces sienta bien no ver nada. Sin embargo, a lo largo de la historia la luz se ha identificado con el bien, con el conocimiento, con el progreso; y la oscuridad con el mal, con lo desconocido, con la ignorancia. Luz y oscuridad. Conocimiento contra desconocimiento. Transparencia y opacidad.
El trabajo de Alejandra Avilés ha estado vinculado desde sus inicios al desierto, un escenario donde lo vivo tiene forma inversa. Ahí la noche es actividad, el día es quietud. Los animales salen a cazar cuando la luz se pone y el calor sofocante da tregua. Quizá por eso esta serie de dibujos nos ofrecen, sobre todo, noche. Las formas de la noche. Configuraciones hechas de sombras donde lo que habita a escondidas se revela. La materialidad del carboncillo sobre el papel evidencia formas reconocibles que remiten a lo fundamental, a lo originario, a lo telúrico. En las paredes de La Capella, un espacio originalmente concebido como lugar de representación de la luz, la noche se despliega aludiendo a momentos anteriores a las dualidades entre el bien y el mal o el cielo y el infierno. A épocas inmemoriales en las que lo animal se mezclaba con lo humano, las luces con las sombras, la vida con la muerte. Tiempos de indiferenciación donde algo puede ser y no ser al mismo tiempo.
Formas curvas que recuerdan el cuerpo de la serpiente, cosmologías de cuerpos celestes o terrenos, geometrías que conforman órganos humanos o animales, lenguas incandescentes, entes de arena, uñas, ojos o pezones generan una especie de lenguaje encubierto de imágenes oscuras. El ahora es la noche. Algo parecido a cuando los adivinos interpretaban la naturaleza y sus figuras. La materia se hace signo y el gesto se hace forma, dejando que un alfabeto incomprensible emerja de las sombras y se despliegue sobre el papel. Un alfabeto hermético que quizá no podemos leer, pero que propone nuevas formas de percepción para imaginar otros modos de entendernos en el mundo.